Natalia
Velasco Urquiza
Málaga, 1998
Es poeta y traductora. Le gustan las alturas y las lenguas que no sirven para nada
Bio
Estudió Traducción e Interpretación de inglés y griego moderno en la Universidad de Málaga y en la Universidad Aristóteles de Salónica. Ha colaborado con varias revistas literarias, como la malagueña TALES, traduciendo del griego relatos y poemas.
Fue la ganadora de la VII edición del Certamen Ucopoética (2019) y ha aparecido en las antologías Temblor, Voy de cabeza, Mantra y Yo y mi sombra, libro abierto. Antología de jóvenes poetas malagueños. Ha recitado en el festival Cosmopoética (2019) y en varias ediciones del Festival Internacional de Poesía Irreconciliables, como integrante del colectivo poético Los pUMA.
El cielo de la boca (Letraversal, 2021) es su primer poemario publicado.
Twitter: @nattvu
Poemas
Tomar tierra
Se recomienda el uso de medias de compresión durante vuelos largos
músculo estrías sudor
¿Cuándo descubriste que este país era una isla?
piel fina palmas suaves uñas largas
Me gusta cruzar puentes viajar en avión subir a las azoteas porque siento
que aún me queda un poco de gravedad en el centro del estómago.
celulitis ropa de deporte grasa abdominal
Hace meses que me aterra el contacto con el suelo.
carne flácida hombros rectos depilación láser
He visto amanecer por la ventanilla derecha del avión;
en la de la izquierda todavía era noche cerrada.
asfixia rodillas crujido contractura
XXX
—mírame—
han desaparecido los callos
de las palmas de las manos
las manchas blancas de la ropa de fibra
los cardenales de los antebrazos
el polvo en los ojos
—mírame—
he perdido altura y ya no queda cuerpo:
¿cuándo empezó el salto a ser caída?
Nunca se nos dio bien
Después del cuarto intento dejamos de correr:
aprendimos a cambiarnos de acera
sin respetar los semáforos,
empezamos a rechazar a los hombres.
La cama sigue quedándonos grande
y, aun así, tendemos al movimiento mínimo
e innecesario.
El cuarto intento es el sexto piso
donde los principios se muerden la cola
hasta que sangra(n), y todas las noches
nos asomamos al balcón para gritar el vértigo,
para callar los plurales que no existen.
Para reivindicar nuestro derecho
a un último intento.